jueves, 4 de septiembre de 2014

En un lugar de la Mancha


Invitada por una amiga, hace unos días tuve ocasión de visitar los molinos de viento del pueblo manchego de Campo de Criptana. Aún existen cuatro molinos de viento en uso con sus maquinarias originales restauradas. Una Guía nos explicó la forma en que los molineros orientaban las aspas del molino para obtener el viento necesario (ni mucho, ni poco) para una buena molienda. Después como visita obligada, fuimos a ver el museo que en dicho pueblo tienen de una de sus hijas más ilustres: Sara Montiel, que apropiadamente ubican en un molino.

Todo se desarrollaba con normalidad hasta que, en un momento de la visita y entre las devotas palabras que nuestra Guía dedicaba a la actriz, dijo más o menos muy solemnemente que las mujeres ahora nos habíamos pasado en pedir o revindicar derechos. Todos los presentes, nos miramos atónitos sin saber qué decir. Ella debió de pensar que no habíamos entendido lo que había dicho y repitió su afirmación una segunda vez. En ese momento una de las personas del grupo dijo: ¿nadie va a contestar? Contesté, claro que contesté, pero por respeto a mi anfitriona y a mis compañeros no de la manera que requería semejante desatino.

Este pequeño percance me hace reflexionar que algo estamos haciendo mal. Cuando las mujeres pedimos igualdad olvidamos que las perpetuadoras de esa inequidad somos nosotras mismas. Educadas en el discurso patriarcal que domina toda la educación occidental, seguimos sin querer perpetuando unas prácticas y unos pensamientos que en voz alta negamos. El esfuerzo a realizar es doble y en muchos casos la batalla se convierte en una lid con un ejército de gigantes de largos brazos a los que nos negamos a identificar con meros molinos de viento.

photo credit: xavipat via photopin cc

1 comentario:

  1. Ciertamente es un trabajo en el que aún hay que insistir. Igualmente, hace unos días y comentando el lamentable caso de la violación en grupo a una mujer en Málaga, también pude comprobar cómo un colectivo de mujeres (poco pusilánimes en sus vidas cotidianas, por cierto) se decantaba a favor de la decisión judicial de soltar a los acusados, poniendo en duda la versión de la chica. Me llamó mucho la atención la vehemencia con que se apresuraron a citar la "falta de pruebas" contra esos individuos, pareciendo importarles mucho más esa presunta indefensión que las lesiones reales documentadas por los forenses en la víctima.
    Efectivamente, queda por hacer...

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